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La iniciación (página 2)



Partes: 1, 2, 3, 4

Orfeo.

Orfeo estaba profundamente enamorado de su mujer
Eurídice. Sin embargo, la fatalidad quiso que Aristeo
persiguiese un día a Eurídice para violarla. Cuando
huía, una serpiente venenosa le mordió y
Eurídice murió. Orfeo quedó desconsolado.
Embargado por la tristeza, dejó de cantar sumiendo a la
naturaleza que le rodeaba en una profunda melancolía. Por
fin, añorando desesperadamente a su mujer decidió
ir a la puerta del Hades donde consiguió, con su
música, que hasta la más inflexible de las diosas,
la diosa del Hades (Hécate o Perséfone) se apiadase
de él hasta el extremo de que le permitió
hacer

algo que estaba vetado a todos los demás
mortales: descender al Hades para recuperar a su mujer.
Únicamente le impuso una estricta condición: que
cuando la encontrase y retornase con ella al mundo terrenal,
Eurídice debía seguirle y Orfeo, en ningún
caso, podría girarse hacia atrás para comprobar si
la mujer le seguía. Si incumplía esta orden, la
perdería definitivamente. Orfeo aceptó el reto.
Caminando por el Hades consiguió paralizar con sus cantos
toda la vida y movimientos del antro infernal (la rueda
de Ixión y la piedra de Sísifo dejaron de rodar y
las Danaides abandonaron momentáneamente su inútil
trabajo de llenar de agua las jarras agujereadas) hasta que, por
fin, encontró a Eurídice. Ella, tal como
había sido prescrito, siguió sumisamente sus pasos
a lo largo del camino de retorno hacia la luz del sol. Sin
embargo, Orfeo, cuando ya estaba pisando el umbral de la salida
del Hades, no pudo contener su humana curiosidad y se giró
hacia atrás para comprobar si su mujer le seguía,
aunque tan sólo llegó a intuir como una sombra
espectral se desvanecía hacia las profundidades del abismo
infernal. La amenaza de la diosa del Hades se había
cumplido implacable.

Orfeo, ahora doblemente desconsolado, intentó
volver a buscarla. Sin embargo, la ley fijada por
Perséfone le impedía retornar al Hades.
Desesperado, no le quedó más remedio que vagar
solitario, consumido por la aflicción de su doble
desgracia. Había perdido a su mujer por dos veces
consecutivas. La última por no haber sabido contener su
curiosidad y respetar la orden divina.

Sobre lo que sucedió después hay muchas
versiones, aunque todas giran alrededor del mismo argumento: que
Orfeo volvió a su país, Tracia, y que allí
tuvo muchos problemas con las mujeres que le acosaban y
pretendían. Añorando todavía a su esposa, se
negó a mantener ningún tipo de relación con
ninguna otra mujer, hecho que las mujeres tracias interpretaron
como un insulto y un menosprecio hacia ellas. Otros testimonios
informan que sólo se rodeaba de hombres, lo que le
valió la fama de haber instaurado la homosexualidad o,
incluso de entenderse sólo con niños, circunstancia
que también le valió la fama, esta ya mucho
más dudosa en los tiempos que corren, de haber inventado
la pederastia.

Orfeo acabó su vida descuartizado por las mismas
mujeres tracias que sentían una pasión irresistible
por él. Se cuenta que su cabeza y su lira fueron a parar
al río Hebro y que, siguiendo su curso, continuaron
cantando hasta que llegaron a la isla de Lesbos. Isla que, por
este motivo, fue consagrada a la lírica.

De todas las hazañas y aventuras que jalonan el
relato hay, sin duda, una de excepcional y digna de ser
recordada: la bajada al Hades. Muy pocos héroes se
atrevieron a realizar una empresa de semejante riesgo: Ulises,
para consultar el alma de Tiresias; Hércules, para buscar
y secuestrar al Cancerbero por orden de Euristeo, y Teseo, quien
junto con su compañero Piritoo visitó el Hades para
secuestrar a la misma diosa Perséfone, acción que
frustró Hades, su marido, al

simular un banquete y dejar clavado en su asiento al
intruso hasta que éste fue liberado por
Hércules.

El descensus ad inferos representa el mayor
reto con el que pueda enfrentarse un humano y su mera
realización constituye el acto heroico por excelencia.
Ningún otro desafío puede comparársele pues
ninguna otra hazaña puede equipararse con el peligro de
enfrentarse con las fuerzas de ultratumba y arrostrar los riesgos
que comporta ese acto excepcional. Desde el punto de vista de la
evolución del pensamiento occidental esta gesta resulta
decisiva porque, tras la aventura de Orfeo, se oculta el origen
de la creencia en la existencia de un mundo del más
allá relacionado con una noción nueva y
mistérica, llamada a revolucionar el pensamiento y
mentalidad religiosa del mundo griego: la inmortalidad del alma y
su posterior sometimiento a los ciclos de
reencarnaciones.

Sin embargo, y fuese cual fuese la interpretación
del viaje de ultratumba por parte de Orfeo, está fuera de
cualquier duda que su mítica bajada al Hades
representó el inicio de su prestigio y de la posterior
aparición de los grupos órficos que a él se
consagraron. La convicción de que Orfeo había
penetrado en la morada de los muertos y de que había
salido con vida de él le hizo pasar por un ser
extraordinario porque había visto y conocía los
más profundos secretos del más allá. Al
mismo tiempo, su viaje de entrada y salida del Hades simbolizaba
el ciclo de la vida-muerte-vida al que, según la creencia
órfica, estaba sometida el alma.

A pesar del renombre que le reportó a su autor el
viaje al Hades en busca de su mujer, esa acción fue
interpretada de otro modo por Platón, que mostró su
opinión discordante en el Banquete al argumentar
que Orfeo, en realidad, había actuado como un
cobarde:

?En cambio a Orfeo, el hijo de Eagro, lo despidieron
del Hades sin conseguir nada, después de que le hubiesen
mostrado el fantasma de su mujer, a quien él había
ido a buscar. No se la entregaron porque lo consideraban un
cobarde y, como citarista que era, no se atrevió a morir
por amor como Alcestis, sino que se las ingenió para
entrar vivo en el Hades
?.

Orfeo: El poder de la palabra.

Los testimonios más antiguos coinciden en
resaltar el carácter fascinante y encantador de la voz y
la lira de Orfeo. Los poetas y autores trágicos destacaron
algunos rasgos de su poder musical que han llegado a ser
proverbiales, como su capacidad de encantar a los animales hasta
conseguir calmarlos o, incluso, de arrastrar tras de sí a
los seres inanimados como los árboles y las
piedras:

Los poetas identificaron el poder de su música
con la fuerza de su palabra, por extensión de su capacidad
musical, el discurso, el logos de Orfeo, fue

considerado como un poder persuasivo que, como en el
caso de Ifigenia, todos envidiaban y querrían poseer para
dominar a los demás:

Tan poderoso debió de resultar su poder de
convicción que Platón llegó a comparar la
capacidad persuasiva de un sofista del renombre de
Protágoras con el poder encantador de Orfeo:

?De cada ciudad por la que pasa Protágoras,
encantándolos con su voz como Orfeo, lleva tras de
él extranjeros endulzados por su voz
?.

El Pitagorismo.

El cuerpo es una tumba (soma sema), dicen los
pitagóricos. Hay que superarlo, pero sin perderlo.
Aquí aparece la conexión con los órficos y
sus ritos, fundados en la manía (locura) y en la
orgía. La escuela pitagórica utiliza estos ritos y
los transforma. Así se llega a una vida suficiente,
teorética, no ligada a las necesidades del cuerpo, un modo
de vivir divino. El hombre que llega a esto es el sabio, el
sophós (parece que la palabra filosofía o amor a la
sabiduría, más modesta que sofía,
surgió por primera vez de los círculos
pitagóricos). El perfecto sophós es al mismo tiempo
el perfecto ciudadano; por esto el pitagorismo crea una
aristocracia y acaba por intervenir en política. Los
pitagóricos seguían una dieta vegetariana a
la que llamaban por aquel entonces dieta
pitagórica
.

Consideraban que la muerte era una necesidad que
convenía al devenir (naturaleza) de la vida
universal, o como un incomodo bien ante las situaciones de
extrema postración humana.

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Pitágoras.

Tenían una concepción de unidad de cuerpo
y alma, en donde el alma después de la muerte se separaba
del cuerpo, esa separación era la misma muerte.
Después de la muerte del individuo el alma, que es una
especie de sombra fantasmagórica, peregrinaba a
través de todo, con el fin de reencarnar sucesivamente en
otros cuerpos. Este es el fundamento de la palingenesia,
denominada también metempsicosis o
trasmigración del alma. Por esta razón los
pitagóricos no rechazaban ningún estilo de vida,
puesto que el alma podía transitar por cualquiera de ella.
El alma era considerada la antítesis del cuerpo
(negación), era el lado de la perfección humana, lo
bueno, lo puro, lo racional, y el cuerpo era todo lo que
simbolizaba lo malo o lo corruptible.

Para los Pitagóricos, no sólo la tierra
era esférica, sino que no ocupaba el centro del universo.
La tierra y los planetas giraban a la vez que el sol en torno al
fuego central o ?corazón del Cosmos? (identificado con el
número uno).

Pitágoras, originario de la isla de Samos,
nació en la ciudad fenicia de Sidón, en el
año 590 antes de J. C. Llevado de un deseo ardiente de
saber, recorrió gran parte de Asia; vivió en Egipto
durante veinticinco años, y fue iniciado en los misterios
de Diaspolis después de haber salido triunfante
de austerísimas pruebas. Desde allí pasó a
la tierra de los caldeos, en donde tuvo relación con los
sacerdotes hebreos y con el segundo de los Zarathustras. De
vuelta a su país natal, dio leyes a muchas ciudades libres
de Grecia; tuvo como discípulos a más de un
soberano, fundó diversas repúblicas en Italia;
apaciguó las sediciones que arruinaban a numerosas
comunidades; restableció la calma y la paz en gran
cantidad de familias; civilizó las costumbres feroces de
muchas naciones; hizo que volviesen a florecer la religión
y la moral, y suavizó los sistemas de gobierno; en una
palabra, la felicidad germinaba doquiera se adoptaban sus
principios.

Se sabe que sus discípulos creían que las
palabras del maestro eran oráculos de un dios, y que, para
establecer un dogma, no alegaban más que esta
célebre frase: Él lo ha dicho. Su casa
recibía el nombre de santuario de la verdad, y el
patio, el templo de las musas.

De su escuela salieron Arquitas, ilustre
geómetra de quien dice Horacio que con infinitos
cálculos midió la tierra y los cielos y se
elevó hasta las regiones celestes; Lisis, el
preceptor de Epaminondas; el famoso Empédocles,
taumaturgo; Timeo de Locres, cuyos escritos
todavía se conservan; Epicarmio, de Sicilia,
quien, según afirma Cicerón, fue hombre
meritísimo, y muchos más, entre los cuales
citaremos a los tres sabios legisladores: Zaleuco, el
que dio leyes a la ciudad de Locres; Carontas, que
gobernó la de Thurium, y Zalmoxis, esclavo de
Pitágoras, que redactó un sistema de
legislación para el reino de Tracia.

Jack Christian en ?La Masonería Historia e
Iniciación? de los pitagóricos relata:

?Un hermano, es otro uno mismo. Esta máxima
no era teoría, sino que se aplicaba a

menudo. En ciertos combates, por ejemplo, algunos
pitagóricos pertenecientes a
ejércitos

enemigos deponían las armas cuando
habían hecho el signo ritual que les
permitía

identificarse?. Para su iniciación
?el postulante iba desnudo. Al finalizar el ritual le
entregaban una toga blanca, signo de la rectitud y de la
irradiación del bien que

penetraba en su alma?, hoy los masones en forma
similar al iniciado ofrecen un

delantal blanco.

Para identificarse los pitagóricos se daban
un apretón de manos a la manera egipcia,
los masones
han conservado el símbolo, así como el uso de
los catecismos en el que se alternaban preguntas y respuestas
rituales
.

Aldo Lavagnini en el Manual del Aprendiz dice: La
escuela establecida por Pitágoras, como comunidad
filosófico-educativa, en Crotona, en la Italia meridional
(llamada entonces Magna Grecia), tiene una íntima
relación con nuestra institución. A los
discípulos se les sometía primeramente a un largo
período de noviciado que puede parangonarse con nuestro
grado de Aprendiz, en donde se les admitía como oyentes,
observando un silencio absoluto, y otras prácticas de
purificación que los preparaban para el estado sucesivo de
iluminación, en el cual se les permitía hablar y
que tiene una evidente analogía con el grado de
Compañero, mientras el estado de perfección se
relaciona evidentemente con nuestro grado de
Maestro.

La escuela de Pitágoras tuvo una decidida
influencia también en los siglos posteriores, y muchos
movimientos e instituciones sociales fueron inspirados por las
enseñanzas del Maestro, que no nos dejó nada como
obra suya directa, en cuanto consideraba sus enseñanzas
como vida y prefería, como él mismo decía,
grabarlas (otro término característicamente
masónico) en la mente y en la vida de sus
discípulos, más bien que confiarlas como letra
muerta al papel.

Los primeros cuatro siglos de la era cristiana vieron un
gran desarrollo de los cultos de Misterios y de las
organizaciones iniciáticas de toda especie. Se
asistió a la renovación, y aun a la
resurrección, de antiguos cultos y antiguas doctrinas,
así como al nacer de nuevos movimientos. La
metrópoli intelectual de ese pe- ríodo había
de ser Alejandría.

III.- LA
INICIACION ROMANA.

A medida que las mentes quedaban menos satisfechas con
la religión romana, muy formalista, se comprobaba la
invasión creciente del paganismo por los cultos
orientales,
que respondían a la búsqueda de la
salvación; los Misterios se multiplicaban:
Misterios de Dioniso, de Hécate, de la Gran Madre, de
Serapis, de Cibeles, de Isis. El culto de Isis,
particularmente, se desarrolló, y subsistió mucho
tiempo frente al cristianismo. Conocemos el ritual de
iniciación en esos misterios de Isis sobre todo por
Plutarco, y también por Apu leyo, en su célebre
novela Las Metamorfosis o el Asno de oro. Toda una
doctrina esotérica podía apoyarse en esos
Misterios: "Los vestidos de Isis están teñidos con
toda clase de colores abigarrados, porque su poder se extiende
sobre la materia que recibe todas las formas y sufre todas las
vicisitudes, puesto que es sus ceptible de ser luz, tiniebla;
día, noche; fuego, agua; vida, muerte; principio y fin.
Pero la túnica de Osiris no presenta ni sombra ni
variedad; sólo tiene un color puro, el

de la luz. El Principio, en efecto, está virgen
de toda mezcla, y el Ser primordial e inteligible es
esencialmente puro". Las doctrinas isíacas ejercieron muy
fuerte influencia sobre las corrientes de pensamiento de
entonces, y los ocultistas nunca dejaron de aludir a la
inscripción famosa del templo de Isis en Sais: "Soy lo que
fue, es, o será, y ningún mortal ha levantado mi
velo".

El Culto de Isis y los antiguos
misterios.

La fama de Apuleyo va unida más a su novela: El
Asno de oro que a sus obras filosóficas y oratorias. El
autor construye en once libros, un fondo místico-
religioso.

El episodio central de la obra es la
transformación por arte de magia en asno de Lucio, un
joven de Corinto, y las peripecias que sufre hasta recuperar su
forma humana gracias a la intervención milagrosa de Isis.
El joven Lucio, dominado por una malsana curiosidad por los
hechizos y encantamientos, llega a Tesalia, la supuesta patria de
la magia. Allí escucha pavorosas aventuras de
encantamientos que no hacen sino acrecentar su curiosidad. Se
hospeda en casa de un viejo usurero llamado Milón, cuya
mujer practica la magia con la colaboración de su criada;
Lucio seduce a Fotis, la criada, e intenta así conocer las
artes de hechicerías de su ama. Por un error en los
encantamientos se ve convertido en asno, conservando su facultad
de raciocinio.

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El Asno de Oro.

Las llaves del Infierno, así como de la Puerta de
salvación, están en manos de la diosa Isis -narra
Apuleyo- la admisión a los misterios consiste en acercarse
a una especie de muerte voluntaria y tener la vida sólo a
su disposición; puesto que una vez que llega al
término la existencia de los mortales, estos se

encuentran en los límites de dos mundos, Isis
escoge para sus elegidos una nueva vida, abriendo el camino de la
salvación, porque han sabido guardar un respetuoso
silencio sobre sus augustos misterios.

Paralelamente se desarrollaban el neoorfismo y
también el neopitagorismo, cuyo profeta fue el
misterioso Apolonio de Tiana, especie de conde de Saint- Germain
griego; en templos secretos se destinaban toda una serie de ritos
misteriosos, atribuidos al propio Pitágoras, para dar al
iniciado la impresión de que se comunicaba con la esencia
divina, indivisa y sin mezcla, sustrayéndose de ese modo a
la fatalidad inexorable de las leyes físicas. En el siglo
IV, la filosofía religiosa estaba enteramente invadida por
la teúrgia, las ciencias ocultas, la alquimia y los ritos
iniciáticos extraños o terroríficos; un
inmenso trabajo místico, se producía en los
Colegios culturales del mundo mediterráneo: "Podemos
situar el lugar de esa profusa trasformación en Egipto;
los antiguos himnos, los encantamientos, las antiguas magias de
los templos, las fórmulas misteriosas, las recetas
secretas se amontonaban, llevados por las corrientes
místicas nacidas en Grecia, en Irán, en Palestina,
en el valle del Nilo. Se encuentra al dios bíblico
Iao-Sabaoth que se identificará con el dios
asiático Sabazio, Orfeo que será crucificado como
Jesucristo. Sincretismo más mágico que
filosófico, por lo demás, amontonamiento de
técnicas, de fórmulas eficaces, forma preliminar de
lo que llegará a ser la Gnosis cristiana." De esa mezcla,
confusa, pero grandiosa, de ideas, de sentimientos y de ritos, el
cristianismo no podía dejar de retener nume rosos
elementos.

Mitra.

Hay que hacer un lugar aparte a la religión de
Mitra, de origen iranio, traída al Imperio por
legionarios romanos. Esta religión del dios solar fue la
mayor rival del cristianismo antes del triunfo definitivo de
éste. El culto se celebraba en santuarios
subterráneos, la mayoría de las veces grutas. Los
iniciados, que disponían de signos secretos de
reconocimiento, formaban una jerarquía de siete grados:
Buitre (corax); Oculto (cryptius); Soldado
(miles); León (leo); Persa
(perses); Correo del Sol (heliodromus); Padre
(pater). Las pruebas a que se sometía al
postulante eran conocidas por su severidad. Las mujeres no
podían ser iniciadas, en cuanto a los varones, parece que
no se requería una edad mínima para ser admitido, e
incluso fueron iniciados varios niños. La lengua utilizada
en los rituales era el griego, con
algunas fórmulas en persa, aunque
progresivamente se fue introduciendo el latín.

Esta religión fue combatida con saña por
la Iglesia cristiana triunfante, que veía en ese culto un
rival muy peligroso; como el cristianismo, el mitraísmo
interponía un mediador entre la Divinidad suprema y el
hombre; veamos la oración que el neófito
dirigía a Mitra: "¡Salve, Señor, dueño
del agua, salve, soberano de la tierra, salve, príncipe
del espíritu! Señor, vuelto a la vida, la paso en
esta exaltación, y en esta exaltación muero; nacido
al alumbramiento

que da la vida, soy liberado en la muerte y paso en la
vía por ti ordenada, según la ley que has
establecido y el sacramento que has instituido."

En el mitraísmo existían siete niveles de
iniciación, que estaban relacionados con los siete
planetas de la astronomía de la época (Luna, Mercurio,
Venus,
Sol, Marte,
Júpiter
y Saturno), en
este mismo orden. La mayoría de los miembros llegaban
sólo al cuarto grado (leo), y sólo unos
escogidos accedían a los rangos superiores.

En los ritos, los iniciados llevaban máscaras de
animales relativas a su nivel de iniciación y se
dividían en dos grupos: los servidores, por
debajo del grado de leo y los participantes el
resto.

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Estatua del dios solar Mitra matando
al toro.

Parece ser que el rito principal de la religión
mitraica era un banquete ritual, que pudo tener ciertas
similitudes con la eucaristía
del cristianismo. Según el comentarista cristiano Justino,
los alimentos ofrecidos en el banquete eran pan y agua, pero los
hallazgos arqueológicos apuntan a que se trataba de pan y
vino, como en el rito cristiano. Esta ceremonia se celebraba en
la parte central del mitreo, en la que dos banquetas paralelas
ofrecían espacio suficiente para que los fieles pudieran
tenderse, según la costumbre romana, para participar del
banquete. Los Cuervos (Corax) desempeñaban la
función de servidores en las comidas sagradas. El rito
incluía también el sacrificio de un toro, pero
también se sacrificaban otros animales.

La estatua de Mitra Tauróctonos
desempeñaba sin duda un papel en estos ritos,

aunque no está muy claro cuál. En algunos
mitreos se han descubierto pedestales giratorios, que
permitirían mostrar y ocultar alternativamente la imagen a
los fieles. En algún momento de la evolución del
mitraísmo, se utilizó también el rito del
taurobolium
o bautismo de los fieles con la sangre de un toro, practicado
también por otras religiones orientales. Conocemos por
Tertuliano
la severa condena cristianas a estas prácticas.

Otros ritos debieron estar relacionados con las
ceremonias de iniciación. Gracias a Tertuliano, se conoce
el rito de iniciación del Soldado (Miles): el
candidato era "bautizado" (probablemente por inmersión),
se le marcaba con un hierro candente y por último se le
probaba mediante el "rito de la corona" (se le colocaba la corona
en la cabeza, y el neófito debía dejarla caer,
proclamando que Mitra era su corona). Posteriormente los
iniciados asistían a una muerte ritual y simulada, en la
que el oficiante era un pater, posiblemente ligada a la
reencarnación como último paso de la ceremonia
iniciática. En el grado de Leo, sabemos por
Porfirio, que
se colocaba miel en la lengua de los recién nacidos y que
esta práctica procede del culto iranio en la que la miel
representaba la luna. Para los iniciados mayores se vertía
la miel sobre las manos y éstos la lamían como
señal de comunión. Seguramente, cada nivel de
iniciación tendría su propio ritual.

La influencia del mitrismo en el cristianismo se
debió gracias a la Iglesia
Católica, la cual adoptó muchas ideas no
bíblicas, como
por ejemplo, el 25 de
diciembre como fecha de nacimiento del Mesías,
aún cuando la Biblia jamás menciona la fecha de
nacimiento de Jesucristo.

Así el mitrismo tiene las siguientes similitudes
con el cristianismo:

? Tras su nacimiento, Mitra fue adorado por
pastores.

? El transitus (viaje de Mitra con
el toro sobre los hombros) recuerda al Vía

Crucis del
relato evangélico.

? El mitraísmo era una
religión de salvación:
el sacrificio de Mitra tiene como finalidad la redención
del género humano.

? Mitra recibía los apelativos de
La Luz, La Verdad y El Buen
Pastor.

? El banquete ritual de los fieles de Mitra tiene
similitudes con la eucaristía
cristiana.

? El día sagrado del
mitraísmo era el domingo.

? El nacimiento de Mitra se celebraba el 25
de diciembre.

? Los atributos del pater -máximo nivel
de iniciación en el mitraísmo- eran el gorro
frigio, la vara y el anillo, muy similares a la mitra, el
báculo y el anillo de los obispos cristianos.

La Gnosis, el Maniqueísmo y el esoterismo
cristiano,

Los autores católicos negaron siempre que la
religión cristiana primitiva comportara un culto secreto y
doctrinas esotéricas. Sin embargo, el Nuevo
Testamento
posee ciertos textos bastante perturbadores (Ejm.
el Evangelio de San Juan y alguna Epístola de San Pablo,
así como el Apocalipsis). Sea lo que fuere de
este problema muy controvertido, no es menos cierto que ha
existido cierto número de cristianos que, deseando ir
más allá de la Fe, buscaban el Conocimiento
(Gnosis) perfecto, que va más allá de las
apariencias sensibles y permite explicar la razón de ser
de todas las cosas. ¿Qué es Gnosis sino un
conocimiento [el vocablo griego gnosis no significa otra
cosa], pero un conocimiento que no solo está enteramente
dirigido hacia la búsqueda de la Salvación, sino
además, al revelar al hombre a sí mismo y al
develarle la ciencia de Dios y de todas las cosas, le trae la
salvación, o mejor, es por sí mismo
Salvación? Es decir, que el término Gnosis
puede aplicarse a gran número de sistemas
teosóficos, que han sido sostenidos en todas las
épocas y en las más diversas religiones: las
aspiraciones "gnósticas" reaparecen sin cesar en el
pensamiento religioso, pues siempre hay hombres que quieren
librarse de los lazos de la materia para elevarse hasta la Causa
primera, hasta el Dios, desconocido. Sin embargo, en sentido
restringido, la Gnosis, o, más exactamente, el
Gnosticismo, designa el vasto movimiento que se
desarrolló, durante los primeros siglos de nuestra era, en
el seno del cristianismo. Aquellos "Gnósticos", que
decían ser los depositarios del Conocimiento perfecto y
salvador, disimulado bajo los símbolos de los Libros
santos, transmitido oral y secretamente por los Apóstoles
y las Santas mujeres (herederos de la tradición misteriosa
traída por Cristo), no formaban un cuerpo
homogéneo, sino que estaban divididos en gran
número de pequeños grupos, de cenáculos, de
capillas, de conventículos, de sociedades secretas,
manteniendo relaciones unos con otros, pero a veces opuestos
entre sí.

Por esta razón el Imperio romano debió
unificar estas, a través del Concilio de Nicea. Isaac
Asimov en su libro ?El Imperio Romano? nos relata la trama
central del Concilio de Nicea y dice : Fue por esa
razón por lo que convocó el Primer Concilio
Ecuménico en Nicea. En el curso de sus sesiones,
mantenidas desde el 20 de mayo hasta el 25 de julio de 325, los
obispos se pronunciaron a favor de Atanasio. Se emitió una
declaración oficial (el «Credo de Nicea») que
mantenía la posición de Atanasio y a la que todos
los cristianos, se esperaba, debían
suscribir.

Esto fijó la posición de la Iglesia,
de modo que la concepción atanasiana fue y siguió
siendo la doctrina oficial del catolicismo y en adelante podemos
llamar a los atanasianos sencillamente los
católicos.

¿Pero en que consistía la
concepción atanasiana? Al respecto Asimov apunta:
En

325 (1078 A. U. C.) los obispos se reunieron en la
ciudad de Nicea, en Bitinia, ciudad

situada no muy lejos de Nicomedia, que había
sido la capital de Diocleciano y era ahora la de Constantino. Era
también un lugar de fácil acceso desde los grandes
centros cristianos del Este, particularmente desde
Alejandría, Antioquía y Jerusalén. El
Occidente estuvo escasamente representado a causa de las grandes
distancias, pero acudieron obispos hasta de
España.

El punto principal en discusión era la
herejía arriana. Cierto diácono de
Alejandría llamado Arrio había predicado desde
hacía décadas una doctrina estrictamente
monoteísta. Sólo había un Dios,
sostenía, diferente de todos los objetos creados.
Jesús, aunque superior a todo hombre y a toda cosa creada,
era sin embargo un ser creado y no era eterno en el mismo sentido
en que lo era Dios. Había aspectos de Jesús que
eran similares a Dios, pero no idénticos a él. (En
griego, las palabras que significan «similar» e
«idéntico» difieren en una sola letra, una
iota, que era la letra más pequeña del alfabeto
griego. Es sorprendente los siglos de encono, desdicha y
derramamiento de sangre que provocó esa disputa
representada por la presencia o ausencia de esa pequeña
marca.)

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Primer Concilio de
Nicea

La creencia alternativa, expresada de la manera
más elocuente por Atanasio, otro diácono de
Alejandría, era que los miembros de la Trinidad (el Padre,
que era el Dios del Antiguo Testamento, el Hijo, que era
Jesús, y el Espíritu Santo, que representaba las
acciones de Dios en la naturaleza y el hombre) eran todos
aspectos iguales de un solo Dios, todos ellos eternos y no
creados, y todos idénticos, no sólo
similares.

Las doctrinas gnósticas, cuyos
orígenes son aún bastante mal conocidos (se hallan
elementos egipcios, iranios, griegos, judaicos, etc.), presentan
diferencias bastante sensibles de un doctor a otro, de una secta
a otra, y se necesitarían numerosas páginas solo
para enumerarlas. No obstante, puede encontrarse en ellas cierto
número de rasgos comunes: superioridad del conocimiento
sobre la fe y las obras para asegurar la salvación del
hombre (Ejm. la distinción de Valentín entre los
"hílicos", hombres materiales entregados a la
perdición, los "psíquicos", hombres que se
salvan por sus buenas acciones, y los
"neumáticos"
[del griego Pneúma =
"Espíritu"] o Gnósticos, que son los únicos
capaces de llegar a la plenitud de la iluminación);
emanación, del seno del Ser misterioso e insondable, del
universo, por muchísimos intermediarios (los
Eones),
de los cuales el último es por lo general un
"Demiurgo" malo o simplemente inferior, que ha creado el mundo
sensible en que vivimos; posibilidad que tiene el iniciado de
volver a su Fuente primera desarrollando el germen divino que hay
en él, pues la iluminación interior (traída
por el Espíritu Santo, que es "Dios en su aspecto activo,
iluminador y salvador") nos da a conocer "dónde estamos y
qué somos, de dónde venimos y adonde vamos". Todas
esas especulaciones nacieron de una misma intuición
fundamental: la angustia ante el problema del también un
movimiento nacido de la Gnosis, pero que, a la inversa de
ésta, constituyó una Iglesia, animada de
un espíritu de proselitismo y de
conversión.

El Maniqueísmo.

Doctrina del reformador persa Maní (216-276),
religión universal, conquistadora, que extendió su
influencia tanto en Occidente como en Oriente, penetrando China y
el Turquestán. Los maniqueos formaban dos
categorías: los Auditores o Catecúmenos,
por una parte; los "Elegidos", por la otra, que estaban sujetos a
riguroso ascetismo. Esa división se encontrará
entre los "Creyentes" y los "Puros" en los Cataros o
Albigenses. Estamos bien informados sobre la doctrina maniquea,
la forma más radical que existe de dualismo entre los
Principios del Bien y del Mal. Los ritos, el culto secreto que
celebraban los Elegidos se conocen igualmente bastante
bien: eran ceremonias y sacramentos muy simples.

Los maniqueos creen que el espíritu del hombre es
de Dios pero el cuerpo del hombre es del demonio. En el hombre,
el espíritu o luz se encuentra cautivo por causa de la
materia corporal; por lo tanto, creen que es necesario practicar
un estricto ascetismo para
iniciar el proceso de liberación de la luz atrapada.
Desprecian por eso la materia, incluso el cuerpo. Los
«oyentes» aspiraban a reencarnarse como
«elegidos», los cuales ya no necesitarían
reencarnarse más. Para ellos Buda y otras muchas
figuras religiosas habían sido enviadas a la humanidad
para ayudarla en su liberación espiritual.

En la práctica, el maniqueísmo niega la
responsabilidad humana por los males cometidos porque cree que no
son producto de la libre voluntad sino del dominio del mal sobre
nuestra vida. Por esto consideraban al pavo su animal sagrado,
porque sus colores en el plumaje revelaban los distintos estados
espirituales por el que pasaba el cuerpo para lograr purificarse
y transformarse en el espíritu divino.

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Mani.

Por otro lado la Gnosis ha sido siempre la gran
tentación de muchos espíritus religiosos: muchos
hombres se han visto acosados .por el eterno problema del Bien y
del Mal; otros han querido poseer el Conocimiento perfecto, que
explica- ría todo, respondería a todas las
preguntas "¿por qué?"; También hubo quienes
sintieron la atracción de las ceremonias misteriosas. La
Iglesia católica nunca dejó de tener que combatir
esas tendencias "heterodoxas". Si, luego de su triunfo,
consiguió destruir el mayor número de las obras
-muy numerosas- escritas por aquellos "heréticos",
resultó en vano; la tradición gnóstica
jamás dejó de ejercer su influencia, pero de manera
secreta, lejos de las miradas; y el eco lejano, siempre vivaz, se
encuentra en ciertos ritos y símbolos de la
Masonería.

Los Celtas.

En el año 476 finaliza el imperio romano de
Occidente. Una gran página de la historia ha quedado
definitivamente atrás. En este gran caos, los hombres que
siguen pensando que la vida tiene sentido no lo buscan ya en
Roma: se vuelven hacia Irlanda, patria inviolable del celtismo
que, sin embargo, entreabre sus puertas al cristianismo
traído, una vez más, por los monjes. Su encuentro
con los albañiles culdeos es positivo; los culdeos son
ahora monjes constructores organizados en colegios. Admiten el
matrimonio y no reconocen la autoridad suprema del papa romano,
al que consideran un simple obispo. Entre los culdeos
están los descendientes de los druidas y de los bardos
celtas, cuya vocación cristiana fue, sobre todo, un modo
de pasar desapercibidos. Pese a estas restricciones, los monjes
procedentes del continente y los constructores autóctonos
se entienden a las mil maravillas para crear grandes ciudades
enteramente monacales. Algunos barrios son atribuidos a los
maestros albañiles

y a los maestros carpinteros que gozan, así, de
cierta autonomía. Necesitan a los monjes, los monjes los
necesitan a ellos. Se trata de edificar una nueva
civilización con la fe cristiana y de construir edificios
sagrados y profanos para que los hombres recuperen un equilibrio
social.

La herencia celta está presente siempre en el
ánimo de estos albañiles. Recuerdan el
hábito blanco ritual de los druidas, sus maestros
espirituales, los ritos iniciáticos donde el profano entra
en una piel de animal muriendo para el

«hombre viejo» y renaciendo para el
«hombre nuevo». En las asambleas de

constructores, se lleva un delantal. Si alguien
interrumpe con la voz o el gesto al

que tiene la palabra, un dignatario que se encarga de
este oficio avanza hacia el mal albañil y le presenta su
espada. Si se niega a callar, el dignatario le dirige dos nuevas
advertencias. Finalmente, corta en dos su delantal. El miembro
indigno es entonces expulsado de la comunidad; tendrá que
rehacer con sus propias manos otro delantal antes de poder
asistir de nuevo a las reuniones.

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Los Celtas.

El celtismo es también Lug, el dios de la Luz
señor de todas las artes. Se manifiesta en la persona del
jefe del clan, poseedor del mazo. La iniciación se
traduce, primero, en la práctica de un oficio y nadie es
admitido en Tara, la Ciudad Santa de Irlanda, si no conoce un
arte. En Tara, la sala de los banquetes

rituales se denomina «morada de la cámara
del medio»; recordemos que el consejo de maestros
francmasones se denomina «cámara del medio». A
través de los monjes culdeos, el gran aliento de la
iniciación céltica da una intensa vida a la
expresión cristiana; encontrará su más
perfecto símbolo en la figura de Merlín el Mago,
del que se olvida a menudo que fue Maestro de Obras.
Recurrió a guerreros y artesanos para transportar piedras
procedentes de Escocia y de Irlanda para construir un gigantesco
cementerio en honor del rey Uter Pendragon. Merlín
enseñó a los constructores que el espíritu
debe prevalecer siempre sobre la fuerza y que sólo el
Maestro de Obras, el mago de la piedra, es capaz de llevar a cabo
la Obra Total.

En el siglo VI, Bizancio es la que da a las
cofradías artesanales ocasión de expresar su genio:
de 532 a 537, se erige Santa Sofía la Magnífica.
Bajo el reinado de Justiniano (522-565), las corporaciones gozan
de numerosos privilegios y reciben abundantes encargos. En
Bizancio se forma también un lenguaje artístico
donde los símbolos procedentes de los viejos imperios de
Oriente Próximo ocupan el mayor lugar. Los escultores los
incorporan a su alma; los transmitirán a sus hijos que
preservarán su autenticidad hasta el siglo XII.

En el siglo VI se produce también la epopeya del
monje Benito. En 529, funda el gran monasterio del Monte Casino
cuyo vigor espiritual influirá en toda Europa.

Curiosamente, ese oppidum había sido antes uno de
los lugares de culto de Mitra; todo ocurre como si la
tradición iniciática de Occidente afirmara, siempre
y en todas partes, su inalterable coherencia. En el Monte Casino
nace, verdaderamente, el personaje del abad, ese Cristo hecho
visible para la comunidad de los monjes, ese Maestro que se ocupa
de cada Hermano y le proporciona los alimentos espirituales y
materiales. El abad es el primer Maestro de Obras de la Edad
Media, el modelo del Venerable de la masonería, pues
considera la herramienta como una fuerza sagrada y convierte el
trabajo en una plegaria. Los monjes de San Benito trabajan la
materia, repiten cada día las acciones de los santos y
unen la inteligencia de la mano a la intensidad de su
fe.

En 590, San Colombano funda el monasterio de Luxeuil.
Bajo su dirección, los monjes construyen personalmente los
muros que les albergarán. A fines de aquel siglo VI,
favorable a las cofradías, los monjes se convierten en
copistas y reproducen los grandes textos de la cultura antigua,
que tan abundantemente utilizarán los albañiles de
las catedrales de la Edad Media. Hacia 600, ese impulso prosigue
de modo notable; bajo la dirección de san Agustín,
los albañiles edificaron la iglesia de Canterbury y muchas
otras obras maestras. Maravillado por las obras, el papa
Bonifacio IV les liberó, en 614, de todas las cargas
locales y de los delitos regionales. En adelante, los
albañiles podrán atravesar muy fácilmente
las fronteras y viajar con pocos gastos. Esta decisión
papal fue muy importante; ratifica ya el carácter original
de las cofradías

iniciáticas que, de 630 a 635, construyen la
iglesia de Cahors cuyo obispo, San

Desiderio, es uno de los primeros constructores en
piedra sillar.

Durante el dominio lombardo en Italia, un edicto que
data de 643 habla de los maestros albañiles que
serían originarios de Como. Esos maestros habrían
dispuesto de amplios poderes, pudiendo pagar salarios a numerosos
obreros y redactar contratos; estaban, al parecer, a la cabeza de
algunas cofradías muy independientes y viajaban por toda
Europa sin tener que dar cuentas a nadie. Después del
siglo IX se pierde el rastro de los «Maestros de
Como».

¿Qué ocurre en Francia durante el siglo
VIII? Aparece el abad laico, es decir, un superior de monasterio
que no ha pasado por la vía eclesiástica. Carlos
Martel alienta esta tendencia; bajo su reinado, se empieza a
hablar mucho de un Maestro de Obras llamado Mamón Grecus,
encargado de iniciar a los artesanos franceses en la
albañilería o «masonería».
Directamente llegado de Oriente, habría llevado en su
equipaje el antiguo simbolismo. No se trata, a nuestro entender,
de una oposición marcada contra la Iglesia sino más
bien de una voluntad de independencia de las sociedades
iniciáticas con respecto a todas las demás
instituciones.

Bajo los merovingios, de 428 a 751, los artesanos se
agruparon, poco a poco, en las ciudades. La orfebrería es
muy apreciada y los maestros fabrican numerosos objetos valiosos
para la corte real. Sabemos con certeza que se forman algunas
asociaciones; los hermanos son llamados entonces
«convidados» y prestan juramento de ayudarse
mutuamente tanto en el plano espiritual como en el material.
Celebran banquetes rituales y nombran grandes maestros que se
encargan de las relaciones con las autoridades civiles. La
Iglesia, que les había concedido el patronazgo de un
santo, les condena por intemperancia pero no toma ninguna medida
concreta para dificultar su existencia. Sin duda, algunos obreros
se entregaron a excesivas borracheras que en nada
comprometían la reputación de las cofradías.
Además, la protección directa de los reyes
impedía al clero manifestaciones de hostilidad en exceso
pronunciadas. Tampoco debe desdeñarse la calumnia, puesto
que las sociedades iniciáticas han sido siempre objeto de
acusaciones a cual más mendaz. Insensibles a los ataques,
las cofradías merovingias vivieron días
apacibles.

En 753 estalla en Bizancio la «querella de los
iconoclastas» que dura hasta 843. Es una crisis de
extremada gravedad que alcanza su punto culminante en el Concilio
de Constantinopla, donde se condena el culto a las
imágenes. Se ordena la destrucción de las
reliquias, los iconos y las esculturas; pandillas de exaltados
aprovechan la decisión para desvalijar monasterios e
iglesias y destruir, de forma salvaje, las obras de arte que
encuentran a su paso. El destino de las corporaciones artesanales
se ve gravemente comprometido; si las
«imágenes» están prohibidas,
¿cómo va a ser posible transmitir los
símbolos y mantener vivo el ideal iniciático por
medio de las obras de arte? Rechazar el objeto sagrado significa
matar la civilización que se ha ido formando
lentamente.

Imaginables son, entonces, las angustiadas gestiones que
los maestros de las cofradías se vieron obligados a hacer
ante las autoridades religiosas y civiles para que la
decisión del Concilio de Constantinopla fuera revisada. En
843, lo lograron: el culto de las imágenes es autorizado
de nuevo, la actividad escultórica se reanuda con total
libertad.

Tal vez un gran señor de Occidente no fuera ajeno
a tan afortunado cambio de situación. Cuando Carlomagno es
coronado emperador el 25 de diciembre del año 800, concibe
la idea de un imperio grandioso en el que el arte, la
política y la religión no estén disociados.
Dora de nuevo el blasón de los monasterios donde exige,
con la mayor diplomacia, que sean formados educadores,
arquitectos y administradores. Preñados de amor a Dios y
respeto por el hombre, los monjes carolíngios acogieron a
los artesanos llegados de Oriente Próximo y el nieto de
Carlomagno, Carlos el Calvo, favorecerá la
expansión de las cofradías de albañiles. El
esplendor de la capilla palatina de Aquisgrán, donde todo
es símbolo y luz, resume muy bien el entusiasmo de aquel
tiempo en el que la construcción del templo
convertía al artesano en un auténtico
creador.

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La cadena de los albañiles, evoca
la indisoluble unión de los iniciados en el cosmos y
símbolo de la fraternidad.

La masonería de la Edad Media es un organismo
sólido, capaz de suscitar vocaciones duraderas.
¿Sobre qué descansa su enseñanza? En primer
lugar, sobre una formación larga y rigurosa. El
aprendizaje dura siete años durante los cuales el joven
masón se inicia en la técnica y en el alma de todos
los gremios; lleva a cabo luego una vuelta a Francia, de logia en
logia, para codearse con el

máximo de masones y ampliar su conocimiento de la
vida. Se convierte realmente en masón cuando presenta una
obra maestra ante una asamblea de maestros. Culminar un
aprendizaje es, esencialmente, saber servir a la comunidad y
conocer las actitudes rituales interiores y exteriores que hacen
al hombre consciente de sus deberes; el buen aprendiz ama y
respeta la herramienta que le sirve para perfeccionar la materia
y perfeccionarse a sí mismo. En cuanto penetra en una
obra, se le pide que saque las herramientas de la caja al
comenzar el trabajo y que las limpie por la noche; las contempla,
pero no tiene todavía derecho a utilizarlas. Cuando haya
percibido en su carne toda la nobleza de la herramienta,
podrá tomarlas con rectitud en sus manos.

Por lo que se refiere al maestro albañil, ese
inmenso personaje de la época medieval, se encarga de
dirigir la logia y de orientarla hacia la Luz. Es el sabio,
sucesor del rey Salomón cuya cátedra ocupa; a cada
nuevo iniciado, repite esta frase: «Quien quiera ser
maestro puede serlo, siempre que sepa el oficio». Y el
aprendiz sueña con igualar a Pedro de Montreuil, el
Príncipe de los Albañiles, o al Maestro
Geómetra Colin Tranchant que construyó Saint-Sernin
de Toulouse.

El Maestro de Obras, tras los años de aprendizaje
y los años de viaje, pasa dos años más en la
cámara de los trazos donde se le revelan claves
técnicas y simbólicas de la construcción.
Ningún maestro de la Edad Media revelo el secreto. A
nosotros nos corresponde contemplar las catedrales y comprender
su ordenamiento y su significado.

La Obra que dirige el Maestro designa el conjunto
formado por la construcción y la cofradía de los
albañiles; vela por la perfección de los esbozos.
por el riguroso tallado de los sillares y sigue con la mayor
atención todas las etapas de la construcción. Con
los demás maestros de obras, mantiene la unidad del cuerpo
de élite de la francmasonería; en estas reuniones,
temas como la alquimia, la astrología y la teología
están a la orden del día. Puesto que las Sagradas
Escrituras y las ciencias herméticas proporcionan a los
escultores la sustancia iconográfica, los maestros
estudian estos campos sin cesar. En la logia, el maestro se adosa
al este, identificándose con la luz naciente que ilumina a
los miembros de la cofradía.

En el plano material, se advierte que la
condición social del arquitecto es excelente a partir del
siglo XI. Gozan de una reputación favorable entre el
pueblo y reciben 52 ventajas por parte de los monarcas y de los
eclesiásticos. Ante todos, el maestro aparece vestido con
una larga túnica y tocado con un gorro ritual. Los guantes
cubren sus manos, de acuerdo con una costumbre instaurada por
Carlomagno. Sus emblemas son la escuadra, el compás, la
plomada y la regla graduada; con su largo bastón, camina
con paso sereno hacia la próxima obra. Un Maestro de
Obras, en efecto, nunca termina de construir; a pesar de su
gloria y de su prestigio, respeta una sorprendente regla de
humildad: tras haber dirigido la construcción de un
monumento, se coloca a las ordenes de otro Maestro para ayudarle
en sus trabajos. Terminado este tiempo

de obediencia, retoma la dirección de una nueva
obra. El presidente de una logia masónica
contemporánea se denomina «Venerable Maestro»;
ese austero titulo es muy antiguo, puesto que era ya llevado por
los abades del siglo VI. Las Logias, como se sabe, encontraron a
menudo refugio en los monasterios cuyo abad era Maestro de Obras
y recibía de sus hermanos el título de
«Venerable hermano» o de «Venerable
maestro».

Este detalle nos lleva al examen de la jerarquía
masónica en la Edad Media. No olvidemos que el
término «jerarquía» designaba
primitivamente la arquitectura de los distintos coros de
ángeles que la humanidad debía reproducir en la
tierra. La estructura masónica comprendía tres
«grados»: aprendiz, compañero constructor y
Maestro de Obras. Al aprendiz le correspondía el trabajo
de colocador de piedras, y al compañero constructor, el de
tallador, valiéndose para ello de un mazo o un cincel. El
Maestro, por su parte, terminaba las esculturas más
difíciles o rectificaba la obra imperfecta. En las obras,
el Maestro era ayudado por un «vocero» o
«hablador» que transmitía a los
compañeros las órdenes de aquél. Siendo su
ayudante directo, da las piedras a los escultores cuyo trabajo
vigila; el hablador abre la obra por la mañana, la cierra
al anochecer tras haber comprobado que todo está como
corresponde. Cuando desea dar una orden, da dos golpes en una
tablilla colgada en la logia; si se oyen tres golpes, es que el
Maestro en persona se dispone a hablar. Según otras
fuentes, habría tres tablillas tras el vigilante: una de
36 pies, utilizada para nivelar; la segunda de 34, para
achaflanar; la tercera de 31, para medir la tierra. El oficio de
«hablador» es, en realidad, una muy estricta
preparación para el cargo de Maestro de Obras.

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El maestro albañil que conoce
el secreto del nivel y usa el compás para trazar el plano
de un edificio.

Los rituales iniciáticos de los francmasones
medievales nos son aún muy poco conocidos; se sabe que el
nuevo iniciado prestaba un juramento y que se comprometía
a guardar en secreto lo que viera y escuchara. Durante la
ceremonia se le comunicaban los signos de reconocimiento que
utilizaría en sus viajes. El Maestro resumía para
el novicio la historia simbólica de la Orden y le
explicaba el significado del oficio, insistiendo especialmente en
los deberes del hombre iniciado. Todos los símbolos de los
masones eran comentados: el delantal, las herramientas, las dos
columnas, el arca de la alianza, etc. El momento más
importante de la ceremonia era aquel en el que se creaba un
masón: arrodillado ante el altar, el futuro masón
ponía su mano derecha sobre el libro sagrado que
sostenía un anciano; el maestro oficiante leía las
obligaciones de los francmasones y anunciaba solemnemente el
nacimiento de un nuevo hermano.

Organizaciones ortodoxas.

Como todas las religiones, el Islam tuvo, desde el
origen, sus místicos, unos ortodoxos, otros
heréticos; entre los primeros, fueron los sufitas
quienes desarrollaron las Sociedades secretas de
iniciación, aun cuando permanecían fieles a los
preceptos coránicos. Aún hoy existe gran
número de sociedades secretas musulmanas, principalmente
en el norte de África. Estas sociedades tienen al frente
un Jeque, señor absoluto, que reside por lo
general en la Zawiya donde se halla la tumba del
fundador de la Orden. A sus órdenes se encuentran los
mokaddem, que van a lo lejos a conferir la
iniciación (werdi) a los neófitos; las
instrucciones secretas se les trasmiten siempre verbalmente. "Los
afiliados deben esforzarse por seguir el trik [tariq],
la vía, que, por etapas, los lleva a la perfección,
gracias a las reglas, prácticas, fórmulas y signos
especiales de cada congregación. Cada una constituye lo
que se llama el Ahl-as-Sílsilat (el clan de la
cadena). Esta cadena comienza generalmente en el ángel
Gabriel, el mismo que trasmitió al profeta Mahoma la
ciencia de la verdad. Continúa por el fundador de la Orden
hasta los jefes actuales, conservando los nombres de sus
predecesores. Ciertas congregaciones llegan a atribuir el
conocimiento de la cadena a la revelación directa. Muy a
menudo, esta revelación se produce por intermedio de
Sidi-el-Jadir, es decir, el profeta Elías, que,
como el profeta Idrís [Enoc], bebió en la fuente de
vida y así quedó exento de la muerte."

El origen del islam es muy diferente al del
cristianismo. Mientras los discípulos de Cristo
fueron una minoría perseguida dentro de un Estado legal y
socialmente organizado -el romano- el islam fue además
de religión
, el Estado y la ley que organizó
una sociedad
.

Mahoma, además de profeta, fue un hombre
de Estado que levantó un imperio, y el islam no
sólo organiza y ordena lo espiritual y
religioso, sino también lo político, lo
social e incluso lo económico

El islam es una religión, pero
también un código de honor, un sistema
legislativo y una forma de vida
. Las obligaciones
espirituales básicas del islam se resumen en los llamados
cinco pilares de la fe, que son estos:

1. Aceptar la shahada o profesión
de fe
.

2. Las oraciones diarias a Dios,
mirando hacia La Meca.

3. Hacer obras de
caridad
.

4. Ayunar durante las horas de luz del
Ramadán, un mes de 29 o 30 días del
calendario lunar del islam, que se inicia con la Hégira,
la huida de Mahoma a Medina.

5. El "hach", o peregrinaje a La Meca, al menos
una vez en la vida de cada musulmán.

Mahoma, Árabe de la
tribu de Coraix
(Quraysh). nació en La Meca en 570. Meca.
se encuentra en la región de Hiyaz en la actual
Arabia
Saudí. Hijo póstumo de
Abd Allah ibn Abd al-Muttalib, miembro del clan de los
hashimí.

La costumbre de los más honorables de la tribu de
Quraysh era enviar a sus hijos con niñeras
beduinas con el propósito de que crecieran libres y
saludables en el desierto, para poder también robustecerse
y aprender de los beduinos, que eran reconocidos por su honradez
y la carencia de numerosos vicios, y Mahoma fue confiado a Bani
S"ad.

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Ilustración del siglo XV de una
copia de un manuscrito de Al-Biruni que
representa a Mahoma predicando El Corán en La
Meca.

El primer milagro que se narra sobre Mahoma en la
compilación de los hadices es que el
Ángel Gabriel
descendió y abrió su pecho para sacar su
corazón. Entonces extrajo un coágulo negro de
éste y dijo «Esta era la parte por donde
Satán
podría seducirte
» luego lo lavó con agua

Zam Zam en un recipiente de oro, después volvió
el corazón a su sitio, los niños y
compañeros de juego con los que se encontraba corrieron
hacia su nodriza y dijeron: «Mahoma ha sido
asesinado
». Todos se dirigieron a él y lo
hallaron en buen estado excepto con el rostro pálido. Los
musulmanes
ven este acontecimiento como una protección para que
él se apartara desde su infancia de la adoración de
los ídolos.

Para que todos se rijan por la misma regla, existen dos
textos, el Corán que significa recitación y la
Sunna que es producto
de la unión de todos los Hadith. El Corán es la
palabra de Dios a través de Mahoma y estaba escrita por
sus amigos en hojas de palmera, en tablillas de piedra, pieles y
huesos
de animales,
y hasta en los pechos de los hombres; 19 años
después de
la muerte de Mahoma fueron recopilados y unidos en un solo
texto
que es ahora el libro
oficial del Islam que ha sufrido solo pequeñas
modificaciones a través de todos estos
años.

El Hadith son los dichos, hechos y gestos del profeta
trasmitidos en relatos, que han sido
soluciones políticas y jurídicas que no eran
contempladas por el Corán, la unión de todos los
Hadith es la Sunna. El Corán conjuntamente con la Sunna
contienen
las fuentes de derecho y la religión.

Los ismaelitas y los grupos conexos.

La secta herética musulmana de los
ismaelíes fue fundada en Siria por el persa
Abdalá, hijo de Maimún (86 3). De las doctrinas
ismaelitas se desprenden fuertes influencias gnósticas.
Adelantándose al Corán, agregan a los seis profetas
del Verbo (Adán, Noé, Abraham, Moisés
Jesús, Mahoma) un séptimo Imán
("envíado"), Ismaíl, hijo de Dschafer, el
"señor de tiempo" o "jefe de las edades". Es una
religión iniciática por excelencia, que comprende
siete grados sucesivos. Hubo momento en que los ismaelitas
desempeñaron un papel político guerrero de los
más importantes; hoy son todavía muy numerosos,
sobre todo en las India: donde reside su jefe, que ostenta
poderes espirituales y temporales: el Aga Khan.

De los ismaelitas nació cierto número de
ramas, de las cuales las más célebres son los
"asesinos", los drusos y los ansarieh. Los "asesinos", más
exactamente le hashishíes ("comedores de
hashish"), dieron mucho que hablar, y entraron en la leyenda.
Esta secta memorable nació a fines del siglo XI; el
fundador de esos "ismaelitas di Este" fue el célebre
Hasán-ben-Sabbah, natural del Jorasán
(Persia). Luego de apoderar; de la fortaleza de Alamut, al norte
de Persia pretendió ser el "hudshet",'o encarnación
del último imán, y reclutó buen
número de adeptos. El "Viejo de la Montaña" se
apoderó de muchísimos castillos, tanto en Persia
como en Siria, y su dominación se extendió
rápidamente, gracias a secuaces devotos, fanatizados por
el hashish o cáñamo de India (de ahí el
nombre "asesinos"), encargados de suprimir a cuantos
obstaculizaban sus designios de dominación. La
jerarquía iniciática, estrechamente subordinada al
Jeque o Gran Maestro, comprendía siete grados,
como en el ismaelismo clásico. Luego de la muerte de
Hasán, en 1124, a la edad de noventa años, el poder
de los asesinos siguió ampliándose. Pero, en Siria,
chocaron con los Templarios, que poseían
numerosos castillos al sur de los montes Ansariyah y les llevaron
encarnizada guerra, hasta los obligaron a pagarles tributo (Se ha
pretendido, sin pruebas decisivas, que los templarios copiaron de
los asesinos sus doctrinas esotéricas). La segunda mitad
del siglo XIII vio el

fin definitivo, tanto en Siria como en Persia, del poder
político de los asesinos, cuyas fortalezas fueron tomadas
por las tropas de los soberanos de esos dos
países.

Los "assesinos".

Los ?asesinos?, más exactamente los
hashishíes dieron mucho que hablar, y entraron en la
leyenda. Nosotros hemos optado por denominarlos Assessinos,
palabra más acorde con su denominación de origen y
que según algunos estudiosos de este tema podría
significar "fumadores o comedores de hashish?. Los ?asesinos?
deban quizás este erróneo apelativo a la
involuntaria equivocación de Marco Polo al traducirlo de
la palabra persa "Ashashins". Fue

Marco Polo el primer europeo que narró en
occidente las costumbres de esta sociedad secreta de los
ashashins y su Jardín del Paraíso.

Esta secta memorable nació a fines del siglo XI
como orden religiosa; el fundador de esos ?ismaelitas del Este?
fue el célebre Hassan-Ben-Sabbah (también
Hassan-E-Sabbah, Hassam-i-Sabbah), natural de Jorasán
(Persia). Estos assessinos o Guardianes de la Tierra Santa son o
fueron una Sociedad Secreta islámica casi idéntica
a la Orden del Templo.

Los Assessinos fueron la facción más
extremista del grupo religioso ismaelita (chiitas), musulmanes
gnósticos de influencia zoroástrica que disputaron
la herencia de Mahoma a los sunnitas ortodoxos, defensores del
califato de Bagdag como el legítimo líder del
Islam. La facción ismaelita apoyaba a los imanes como los
legítimos herederos y sucesores espirituales del profeta.
Estos musulmanes de acentuada influencia gnóstica
defendían el sentido esotérico del Corán,
igual que los cabalistas judíos defienden el sentido
esotérico de la Biblia. Estaban convencidos de que los
imanes poseían el conocimiento que emana la luz divina,
trasmitida desde Adán a través del profeta
Mahoma.

La Orden de los Ismaelitas fue fundada en el año
760 por Ismael, futuro imán legítimo, desheredado,
al haber sido sorprendido bebiendo vino a pesar de la
prohibición coránica. Ismael se convirtió de
este modo en el Imán Oculto, predicó a lo largo del
mundo musulmán una interpretación simbólica
del Corán. Siglos después, los herederos de esta
doctrina fundaron una sociedad secreta de naturaleza
político-religiosa, llamada de los Assessinos.

La doctrina de los assessinos se fundamentaba en el
hermetismo, la cábala y la gnosis. Poseían en
Alamont un importante observatorio astronómico y una
inmensa biblioteca de ciencia y filosofía donde abundaban
los tratados alquímicos, cabalísticos y
gnósticos.

El primer Gran Maestre conocido de los assessinos fue
Hassan el Sabbah, conocido como el Viejo de la Montaña.
Refugiado con sus discípulos en el fuerte Alamont, en una
zona casi inaccesible de las montañas de Irán.
Cuenta la

leyenda que construyó junto a su castillo un
jardín semejante al Paraíso de Mahoma con sus
correspondientes huríes de ojos rasgados negros. Sus
discípulos gozaban una especie de vacaciones en aquel
paradisíaco lugar como premio, entre misión y
misión, tras haber cumplido sus órdenes de asesinar
a algún enemigo.

Hassan-Ben-Sabbah, después de apoderarse de la
fortaleza de Alamut, al norte de Persia, pretendió ser el
hudshet, o encarnación del último imán, y
reclutó un buen número de adeptos. El ?Viejo de la
Montaña? se apoderó de numerosos castillos, tanto
en Persia como en Siria, y su dominación se
extendió rápidamente, gracias a secuaces devotos,
fanatizados por el hashish o cáñamo de India,
encargados de suprimir a cuantos obstaculizaban sus designios de
dominación.

La traición o ruptura del silencio que guardaban
celosamente de sus secretos era duramente castigado. Aquel que
divulgara la existencia del grupo era condenado a muerte. El
conocimiento de esta secta generó una leyenda
terrorífica que se extendió por todo el orbe,
cargando sobre ellos todos los magnicidios que se sucedían
por Asia y Europa.

La jerarquía iniciática, estrechamente
subordinada al Jeque o Gran Maestro, comprendió siete
grados, como en el ismaelismo clásico. Luego de la muerte
de Hassam, en 1124, a la edad de noventa años, el poder de
los asesinos siguió ampliándose. Pero, en Siria,
chocaron con los Templarios, que poseían numerosos
castillos al sur de los montes Ansariyah y les llevaron
encarnizada guerra, hasta los obligaron a pagar tributo (se ha
pretendido, sin pruebas decisivas, que los templarios copiaron de
los asesinos sus doctrinas esotéricas).

La estructura y graduación de los assessinos era
asombrosamente similar a la de la Orden del Templo. Los grados de
poder eran equivalentes, el Viejo de la Montaña se
correspondía con el Gran Maestro, los Dais a los Grandes
Priores, los Refik a los caballeros, los Fidavi a los escuderos y
los Lassik a los simples hermanos sirvientes. Pero son la
analogía de sus indumentarias la que hace evidente el
parecido entre ambas Órdenes, ambos vestían capas
blancas sobre las que portaban un distintivo rojo; la pretina los
assessinos y la cruz los templarios. Ambas órdenes estaban
relacionadas con la construcción, los edificios
octogonales son patrimonio de ambas órdenes
iniciáticas.

Igual que los masones del medievo, en todos los cultos
evolucionados los hombres han tenido la necesidad de levantar
templos que inmortalizaran la presencia de la divinidad. Los que
tallaban la piedra levantaban monumentos sagrados, que utilizaron
para la transmisión de su arte una enseñanza
iniciática de forma que ésta no pudiera ser
emulada. La ubicación, la orientación, su
simbología, especialmente elegidas en relación con
antiguos cultos a las fuerzas telúricas son una constante
que se repite en las sociedades secretas iniciáticas desde
la construcción del Templo de Salomón, lo que nos
lleva a ?suponer? que todas ellas tienen algún tipo de
parentesco esotérico.

Los assessinos organizaron los Taouq, corporaciones de
constructores que, después de una laboriosa
iniciación, estaban capacitados para levantar templos y
castillos con técnicas precisas y que se remontan, igual
que el Templo de Salomón, al antiguo Egipto. En sus
estatutos secretos se recoge; "Allá donde
construyáis grandes edificios, practicad los signos de
reconocimiento". Ello nos recuerda a los Templarios y sus
sucesores los francmasones, que actuaban del mismo
modo.

Si los Templarios, como todo parece indicar, aprendieron
de los assessinos su organización piramidal, y sus reglas
secretas de la construcción, no sería
extraño que también de ellos aprendieran los
conocimientos de la cábala, la gnosis y la alquimia, lo
que les propició alcanzar su peculiar posición en
la Europa medieval cristiana. El saber es poder, y el saber
oculto otorga a quienes lo practican un aura de dioses o
demonios. Gran parte del misterio que envuelve a assessinos y
templarios, y más tarde a francmasones, radica en el
conocimiento de ciertos saberes inaccesibles a los
profanos.

Y es en este terreno del saber oculto donde germinan las
leyendas, la hermenéutica que rodea a estas sociedades
secretas. Los iniciados saben que los mensajes que les
conducirán al Conocimiento han de hallarlos entre el
simbolismo de la sabiduría antigua, el hermetismo, la
cábala y la gnosis y el sendero que los conducirá
hasta él ha sido marcado por los assessinos, los
templarios y la antigua francmasonería.

Para los assessinos la dualidad eran las dos caras de
una misma cosa, cielo e infierno eran lo mismo, el bien y el mal
no existiría fuera de la virtud de la obediencia ciega al
imán.

La segunda mitad de siglo XIII vio el fin definitivo,
tanto en Siria como en Persia, del poder político de los
assesinos, cuyas fortalezas fueron tomadas por las tropas de los
soberanos de esos dos países. Su historia sus secretos,
sus escritos y rituales se perdieron en ese siglo XIII, cuando el
último Viejo de la Montaña conocido se
rindió a los mongoles de Genghis Khan. Algunos de los
discípulos assessinos consiguieron salvarse
refugiándose en la India, de ellos algunos refundaron la
orden ismaelita cuyo actual imán es el Agha Khan, de los
otros, si es que aún existen, nunca más se
supo.

Otra rama salida de los ismaelitas fue la
religión de los drusos, quienes, establecidos en
el macizo del mismo nombre, dieron mucho que hacer a las tropas
francesas de Siria. Los fundadores de la secta fueron
Hakem, sexto jalifa fatimita de Egipto, y su consejero,
el persa Hamza, que convirtió a los drusos del
Líbano a la doctrina (siglo XI). El Libro sagrado de los
drusos es el Kitab-al Híkmat ("Libro de la
Sabiduría"). He aquí, un resumen de sus

creencias fundamentales: "Dios es uno; se ha manifestado
a los hombres en varias oportunidades por su encarnación,
visible por última vez en la persona de Hakem Biamr
Alá; Hakem no murió; desapareció para
atestiguar la fe de sus fieles, pero reaparecerá en su
gloria y extenderá su imperio sobre el mundo. Sostienen,
además, que Dios creó primero la Inteligencia
universal, y que ésta se reveló a la tierra en cada
una de las manifestaciones divinas: cuando Dios se encarnó
en Hakem, ella tomó la forma de Hamza. Veamos ahora la
reencarnación: el número de humanos es siempre el
mismo, y sus almas pasan sucesivamente por diferentes cuerpos,
subiendo o bajando en la escala de los seres, según hayan
observado o descuidado los preceptos de la verdadera
religión y la práctica de sus siete mandamientos."
Los drusos están divididos en dos clases: los
yákil o "guerreros" y los ákil o
"ancianos", únicos admitidos en los Misterios. Para llegar
a ákil, el neófito debe salir victorioso
de tres pruebas temibles: después de prolongado ayuno,
resistir el hambre ante una mesa colmada de manjares apetitosos;
luego de cabalgar tres días en el desierto, no tocar una
jarra de agua fresca; en fin, ha de ser capaz de no ceder a la
voluptuosidad, durante toda una noche a solas con una bella
mujer.

Como los drusos y los asesinos, los
ansaríes o nusairíes, herejes
musulmanes que habitan la cadena montañosa del mismo
nombre (Líbano), proceden de los ismaelitas. "Los
ansaríes creen en un solo Dios, existente en sí y
eterno: son, pues, unitarios. Afirman, sin embargo, que ese Dios
se encarnó siete veces en la persona de Abel, Set,
José, Josué, Asaf, Simón (Cefas) y
Alí. En cada una de esas manifestaciones, Dios se
sirvió de otras dos personas divinas, una de las cuales
era emanación de su propia esencia, creada por él,
y la segunda era creada por la primera." Fácilmente se
adivina la influencia de las gnosis cristianas en toda una serie
de especulaciones. En sus Misterios celebran una suerte de misa
bajo las apariencias del vino, rito destinado a procurar la
iluminación: la Divinidad se oculta en la luz, pero se
manifiesta en el vino, servidor de la luz" (Abd-el-
Nur).
Creen en la metempsicosis: después de cierto
número de transmigraciones, las almas de los creyentes se
trasforman en estrellas en el "mundo de Luz". Vemos, pues, como
las doctrinas gnósticas tuvieron gran influencia sobre los
musulmanes heterodoxos.

IV.- LAS
INICIACIONES EN EL MEDIOEVO. Los cataros.

Los cataros son un movimiento cristiano que a lo largo
del siglo XII se expandió por toda Europa. En Francia,
fueron conocidos como
Albigenses
y en Bulgaria como
Bogomilos
. Surge como un fenómeno profundamente
religioso, como un movimiento que busco organizarse hasta
constituirse en una Iglesia Cristiana diferente a la de su
tiempo. Se inspiraban en la idea de retornar a la pureza y los
ideales de la Iglesia primitiva.

Existen diferencies versiones respecto al origen del
catarismo. En una carta datada en 1143, de Everin, preboste de
Steinfeld, a San Bernardo, se decía

?Quienes fueron quemados nos dijeron, en su defensa,
que esta herejía había permanecido oculta hasta
nuestros días desde el tiempo de los mártires y que
se había mantenido en Grecia y otras tierras?

.

Los cataros eran célibes y rechazaban los
sacramentos. Tampoco aceptaban los textos del
Antiguo Testamento
, así el culto a los imágenes
y reliquias. Se oponían a la Iglesia Romana por
considerarla fastuosa. Juzgaban inadecuada la vida de obispos y
sacerdotes.

Sostenían cierto dualismo
al considerar que el bien y el mal eran esferas separadas.
Creían en la transmigración de las almas. Negaban
la transustanciación de la Eucaristía (el pan que
se convierte en el Cuerpo de Cristo). Negaban la naturaleza
humana de Cristo en beneficio de una única naturaleza
divina. La Pasión de Cristo y su muerte, no tenían
significado alguno. Despreciaban el simbolismo de la
cruz.

Los cataros practicaban un ritual de imposición
de manos o ?consolament?, que podía ser realizado no solo
por los ?Buenos Hombres? sino también por mujeres. La
imposición de manos se aplicaba a los enfermos.

Monografias.com

Dentro del catarismo, las mujeres tuvieron un importante
papel dentro de la religión y es muy probable que su
presencia en los rituales, convirtieron a los cataros en los
protagonistas de una herejía muy significativa para la
Iglesia Romana, ya que en tiempos medievales la presencia
femenina no era aceptada dentro de lo sagrado.

En efecto, las mujeres cátaras compartían
con los hombres la función sacerdotal, e incluso
predicaban ante el público femenino. Hombres y mujeres
practicaban el rito de la bendición del pan de la santa
Oración, lo que sustituía sacramento de la
Eucaristía.

Muchas mujeres se unían a los cataros luego de
enviudar o incluso, habiendo abandonado a los cónyuges
para consagrar su vida a la fe.

Los cataros es decir: los "puros", llamados
también albigenses, porque eran particularmente
numerosos en la región de Albi, son célebres sobre
todo por la encarnizada lucha que la Iglesia y la Realeza
emprendieron contra ellos, exterminándolos por todos los
medios. Sus doctrinas, que se distinguen por su pesimismo, son
bien conocidas: llevando al extremo la doctrina de los dos
principios del Bien y del Mal, declaraban que el universo entero
había sido creado por el Príncipe de las Tinieblas,
y de ahí concluían en una moral ascética,
que condenaba el casamiento, la generación, y la vida
misma, mala en sí, puesto que aprisiona el alma luminosa
en la materia tenebrosa. A decir verdad, únicamente los
Perfectos estaban sujetos a estricto ascetismo; en
cuanto a los simples Auditores, gozaban de una moral
más suave. Paradójicamente, por lo demás,
esos herejes eran, en cierto sentido, mucho más
"optimistas" que la Iglesia: al hacer de la Tierra el "Reino de
Satanás", los cataros excluían el infierno del
más allá, del mundo suprasensible y espiritual; al
cabo de los tiempos, todos los espíritus, luego de pasar
por gran número de reencarnaciones, quedarían
salvados, toda la Luz librada de las Tinieblas. La literatura
ocultista atribuyó a los cataros toda clase de creencias
esotéricas que les eran extrañas. No por eso
dejaban de tener ceremonias y ritos iniciáticos,
prácticas diversas que tenían por finalidad separar
el espíritu de este mundo y librar el alma, cautiva de su
cuerpo; algunos hasta querían conseguirlo bruscamente por
la Endura, acto que consistía en dejarse morir de
hambre; pero la mayoría se limitaba a los ritos
iniciáticos propiamente dichos, para lograr alcanzar la
iluminación espiritual por el ascetismo y diversas
técnicas que permitían separar
momentáneamente el alma del cuerpo. "Los cataros
tenían ya en el siglo XII signos de reconocimiento, santo
y seña, y una doctrina astrológica."

Debe señalarse que las doctrinas cátaras
sobrevivieron a la degollina de sus sacerdotes. Los
Trovadores, que habían demostrado ser auxiliares
fervientes y devotos de la herejía albigense, siguieron
propagando en su "gaya ciencia" las ideas proscritas por la
Inquisición.

Durante la Edad Media el esoterismo no dejó de
caminar más o menos subterráneamente, a pesar de la
lucha encarnizada emprendida por el Papado contra todas las
herejías. Durante ese dilatado período, hubo gran
número de organizaciones iniciáticas, algunas de
las cuales trataban de mantenerse apartadas de las controversias
teológicas, como el Compañonaje, otras
eran francamente anticatólicas y depositarías de
doctrinas heterodoxas. Doctrinas teosóficas de todas
clases que se abrevaban en las más diversas fuen- tes,
desempeñaron un gran papel: la Cabala o tradición
hebraica; las doctrinas iluministas, en que reaparecen las
antiguas tradiciones gnósticas; la alquimia y las
especulaciones propiamente herméticas. Las corrientes
ocultas de aquel período son aún muy mal conocidas,
particularmente sus relaciones con las doctrinas orientales: es
conocido el papel desempeñado por las Cruzadas
sobre el particular. (Sería interesante, en particular,
estudiar los vínculos de la tradición
hermética con el simbolismo utilizado por las
órdenes de Caballería que se constituyeron en el
momento de aquellas expediciones: los blasones usan
abundantemente los colores simbólicos).

Las corporaciones.

Entre las múltiples agrupaciones medievales, las
más célebres son las Guildas o
corporaciones de oficios, en las cuales existían ritos
iniciáticos, y cuyos usos se perpetuaron hasta mucho
después.

Los gremios de artesanos, también conocidos como
Corporaciones de Oficios. Son entidades asociativas o societarias
que aparecen en la Europa del siglo XII, sobre todo en Italia,
Alemania y Francia, como una respuesta contestataria al monopolio
de los Gremios de Comerciantes y con el ánimo de
defenderse precisamente de ellos. En Italia se les conoce como
Arte, en Alemania como Zünft o Innung, y en Francia como
Corporation de Métier.

La mayoría de los Gremios de Artesanos estaban
constituidos por hombres, como correspondía a la cultura
cristiana medieval en la que los varones poseían y
ejercían muchos más derechos de los que llegaron a
tener las mujeres. Sin embargo, en una sociedad
sólidamente categorizada existían oficios
reservados para las mujeres, como por ejemplo los relacionados
con el bordado y el tejido. Fueron famosas las Corporaciones de
Tejedoras en el siglo XV, de las que incluso se desprende en
apariencia una rama Masónica poseedora de un rito derivado
de las herramientas del bordado y no del de la
construcción.

En algunos Gremios de Artesanos cuyos oficios
tradicionalmente eran desempeñados por hombres, era
lícito admitir mujeres, como un privilegio especial
otorgado a las viudas y huérfanas de los miembros que
hubieran fallecido o en virtud de una circunstancia
excepcional.

Estas Corporaciones de Oficios se establecieron
alrededor del castillo feudal o en las afueras de las ciudades
para realizar actividades artesanales. En su apogeo, tuvieron
gran influencia política y social, y al parecer, su
origen

primigenio se encuentra en las Cofradías
religiosas fundadas inicialmente con el objeto de venerar al
santo patrón de los oficios. Por ejemplo, el de los
joyeros en torno al culto de San Ives. El punto crítico se
presentó cuando empezaron a preocuparse por las
necesidades económicas de los cofrades.

Poco a poco estos Gremios de Artesanos fueron
concentrando el monopolio de sus oficios, sobre el que llegaron a
ejercer un poder absoluto en muchas ciudades europeas, y
estratificaron a sus miembros de acuerdo a sus destrezas y
conocimientos en tres clases: Aprendiz, Compañero u
Oficial y Maestro. El artesano que no perteneciera al Gremio
dominante no podía hacer su trabajo en la
jurisdicción de este.

La voz cantante en los Gremios de Artesanos la llevaban
los Maestros, que más que funcionarios, eran propietarios
de la unidad económica, de las materias primas y
controlaban la comercialización del producto.

Estos Maestros tenían tantos aprendices y
oficiales como lo aconsejaran las necesidades de los trabajos
contratados.

Un Taller era al mismo tiempo una escuela. Dentro del
Gremio de Artesanos, los aprendices se iniciaban en el oficio de
la mano del Maestro y mientras duraba el proceso de aprendizaje
solo recibían comida y alojamiento. Muchas veces
vivían en la misma casa o taller del Maestro. Cuando el
Maestro consideraba que el Aprendiz ya había asimilado lo
que le correspondía, lo convertía en Oficial con un
sueldo fijo, para posteriormente, mediante la ejecutoria de un
trabajo al que se le denominaba Obra Maestra, acceder al rango de
Maestro.

Partes: 1, 2, 3, 4
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